"Egresa la mitad de profesionales en computación que los demandados"
Hace 50 años ingresaba al país la primera computadora científica, Clementina. No existían siquiera carreras de informática. Hoy, gracias a una política de Estado, se trae una supercomputadora para implementar un sistema nacional de alto desempeño y egresan de la facultad 3.500 profesionales al año.
En la UBA, la matrícula de la carrera de Ciencias de la Computación en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales creció un 40 % entre 2009 y 2010, pero aún así los 3.500 egresados al año apenas cubren la mitad de los profesionales requeridos por el desarrollo de la actividad en el país.
La mutación ha sido extraordinaria: hace 50 años se compraba e instalaba la primera computadora científica, Clementina, no existía un departamento de computación ni había una carrera para estudiar.
Pero desde 2003, el trabajo conjunto de los Ministerios de Educación y Trabajo, a los que se sumaron Industria y Ciencia y Tecnología, ha hecho que el promedio de alumnos que ingresa a las facultades de carreras vinculadas a la actividad de tecnología y particularmente de software, se ubica en 18 mil al año.
Recién desde 1985 existe el Departamento de Computación en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Su actual director, Sebastián Uchitel, grafica el antes y el después: "los pioneros tenían que esperar tres meses para resolver sus ecuaciones diferenciales en la física y en la ingeniería y ahora en sólo cuestión de horas pueden tener sus soluciones".
Se estima que unos 80 mil están cursando estas carreras y el número de egresados se ubica en promedio en 3.500 al año.
El sector, que marcó una tasa de generación de empleo calificado de 240 % entre 2004 y 2010, requiere de unos 7 mil profesionales por año, para poder hacer frente a la demanda nacional e internacional de desarrollo de productos terminados y de servicios informáticos.
El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, que preside a su vez la Fundación Sadosky, destacó que "una política de Estado asegura resultados en materia científica y tecnológica. Desde el Ministerio tenemos una cantidad de iniciativas, ya lanzamos un fondo sectorial para tecnología e innovación en la comunicación, que como promedio tienen 3 millones de dólares de subsidios, y un sistema nacional de computación de alto desempeño, que comprende la compra de una supercomputadora, porque creemos que así se va a reposicionar a la Argentina entre los de más alto desempeño a nivel mundial".
Durante las jornadas Manuel Sadosky, y ante los pioneros de la computación nacional y los investigadores, ingenieros, programadores y usuarios de las nuevas generaciones, Barañao había explicado al respecto que "nos encontramos del 2003 en adelante, en la necesidad de reconstruir el sistema. Desde entonces hubo un gobierno que decidió que había que apoyar la ciencia y la tecnología y cuatro años más tarde esto llevó a la creación de un Ministerio, con la concepción de poner estos temas al servicio del desarrollo económico y social, insertando a los investigadores en el tejido social".
Enumeró las decisiones adoptadas: "elegir áreas prioritarias, entre ellas las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), invertir en equipamiento de alto porte, fomentar mecanismos activos para que los investigadores en el exterior pudieran regresar al país, buscar asociaciones entre la ciencia con el sector productivo y construir un nuevo departamento de computación".
Retrocesos
Desde el momento que se desarrolló Clementina hubo retrocesos en la inserción científica nacional, que atribuyó a los golpes de Estado e inestabilidad política y económica resultantes.
Marcó de este modo las distancias: "Una es la evolución de poder de cálculo de las computadoras. Clementina tenía un poder de cálculo menor que un teléfono. Ya sabemos todos que ese poder de cálculo ha aumentado exponencialmente. Pero hay otra magnitud que decayó casi en forma inversa y recién ahora estamos tratando de llevarla a sus valores históricos".
Luego interpretó que se trataba de acciones deliberadas, necesarias para vincular al Estado, al mundo académico y a la empresa, y que esto implicaba la capacidad de enfrentar las consecuencias.
El ministro de Ciencia agregó: "Luego vinieron los ´90, en que los científicos pasamos de ser peligrosos a prescindibles, porque no había industria ni un modelo que requiriese la incorporación de ciencia y tecnología. Seguía prevaleciendo una visión neoliberal según la cual lo que había que hacer era atender las demandas de financiamiento de los investigadores. El Estado no podía decidir áreas prioritarias, ni realizar acciones deliberadas".
La mutación ha sido extraordinaria: hace 50 años se compraba e instalaba la primera computadora científica, Clementina, no existía un departamento de computación ni había una carrera para estudiar.
Pero desde 2003, el trabajo conjunto de los Ministerios de Educación y Trabajo, a los que se sumaron Industria y Ciencia y Tecnología, ha hecho que el promedio de alumnos que ingresa a las facultades de carreras vinculadas a la actividad de tecnología y particularmente de software, se ubica en 18 mil al año.
Recién desde 1985 existe el Departamento de Computación en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Su actual director, Sebastián Uchitel, grafica el antes y el después: "los pioneros tenían que esperar tres meses para resolver sus ecuaciones diferenciales en la física y en la ingeniería y ahora en sólo cuestión de horas pueden tener sus soluciones".
Se estima que unos 80 mil están cursando estas carreras y el número de egresados se ubica en promedio en 3.500 al año.
El sector, que marcó una tasa de generación de empleo calificado de 240 % entre 2004 y 2010, requiere de unos 7 mil profesionales por año, para poder hacer frente a la demanda nacional e internacional de desarrollo de productos terminados y de servicios informáticos.
El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, que preside a su vez la Fundación Sadosky, destacó que "una política de Estado asegura resultados en materia científica y tecnológica. Desde el Ministerio tenemos una cantidad de iniciativas, ya lanzamos un fondo sectorial para tecnología e innovación en la comunicación, que como promedio tienen 3 millones de dólares de subsidios, y un sistema nacional de computación de alto desempeño, que comprende la compra de una supercomputadora, porque creemos que así se va a reposicionar a la Argentina entre los de más alto desempeño a nivel mundial".
Durante las jornadas Manuel Sadosky, y ante los pioneros de la computación nacional y los investigadores, ingenieros, programadores y usuarios de las nuevas generaciones, Barañao había explicado al respecto que "nos encontramos del 2003 en adelante, en la necesidad de reconstruir el sistema. Desde entonces hubo un gobierno que decidió que había que apoyar la ciencia y la tecnología y cuatro años más tarde esto llevó a la creación de un Ministerio, con la concepción de poner estos temas al servicio del desarrollo económico y social, insertando a los investigadores en el tejido social".
Enumeró las decisiones adoptadas: "elegir áreas prioritarias, entre ellas las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), invertir en equipamiento de alto porte, fomentar mecanismos activos para que los investigadores en el exterior pudieran regresar al país, buscar asociaciones entre la ciencia con el sector productivo y construir un nuevo departamento de computación".
Retrocesos
Desde el momento que se desarrolló Clementina hubo retrocesos en la inserción científica nacional, que atribuyó a los golpes de Estado e inestabilidad política y económica resultantes.
Marcó de este modo las distancias: "Una es la evolución de poder de cálculo de las computadoras. Clementina tenía un poder de cálculo menor que un teléfono. Ya sabemos todos que ese poder de cálculo ha aumentado exponencialmente. Pero hay otra magnitud que decayó casi en forma inversa y recién ahora estamos tratando de llevarla a sus valores históricos".
Luego interpretó que se trataba de acciones deliberadas, necesarias para vincular al Estado, al mundo académico y a la empresa, y que esto implicaba la capacidad de enfrentar las consecuencias.
El ministro de Ciencia agregó: "Luego vinieron los ´90, en que los científicos pasamos de ser peligrosos a prescindibles, porque no había industria ni un modelo que requiriese la incorporación de ciencia y tecnología. Seguía prevaleciendo una visión neoliberal según la cual lo que había que hacer era atender las demandas de financiamiento de los investigadores. El Estado no podía decidir áreas prioritarias, ni realizar acciones deliberadas".
fuente: Prensa Argentina
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